martes, 30 de marzo de 2010

Hora Santa 2010

HORA SANTA

­­­­­­­­­­­­­­CON JESÚS.-
Monición:

Queridos hermanos y hermanas:
En esta noche los cristianos de todo el mundo nos reunimos para rezar ante el Monumento. Después de haber celebrado la Misa de la Cena del Señor, acompañamos a Jesús en sus horas más amargas.
Nuestra mirada se dirige en primer lugar al protagonista, Él es quien aquella noche desbordó su corazón hacia sus discípulos. Acerquémonos a él, contemplemos a Jesús, sus sentimientos, sueños, deseos, compartidos esta noche con sus discípulos.

Oración.-

Jesús,
queremos estar junto a ti.
Quizá no se nos ocurran muchas cosas,
pero necesitamos estar contigo,
sentir tu amor,
como cuando nos acercamos a una hoguera,
queremos amarte,
aprendiendo de ti a amar,
sintiendo como nos amas.
Queremos acompañarte en esta noche,
a ti que en el Monumento
escuchas, contemplas, amas,
te haces presente en medio de nosotros.
Queremos unirnos a ti,
en aquella noche eterna.
En la sobremesa del Cenáculo,
queremos ser tus discípulos,
escuchar con el corazón tus palabras.
En la agonía de Getsemaní,
queremos ser tus discípulos,
en silencio acompañar tus gemidos.
En esta noche queremos estar
contigo, orante en el Monumento
con la Iglesia, que ora en esta noche
y con los que sufren, que rezan en la soledad.
Señor Jesús, toca nuestro corazón,
envíanos tu Espíritu,
para que abra nuestra mente,
nuestros labios y nuestro corazón,
a tu presencia.

Evangelio.-

Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre. Él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.

Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.

Os doy un mandamiento nuevo, que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así os améis también entre vosotros.

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Si me conocéis a mí, conocéis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.

Creedme yo estoy en el Padre y el Padre en mí.

Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él.

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.

Yo soy la vid: vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Como el Padre me amó, yo también os he amado; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor.

No os llamo siervos, porque el siervo nunca sabe lo que hace su señor, a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.


Meditación.-

En esta noche dejémonos amar por Cristo, dejemos que su mirada penetre hasta lo más profundo de nuestros ojos, haga estremecerse las entrañas de nuestro corazón.
Nuestro compromiso con Cristo nos lleva a amarle a él, pero sobre todo a dejarse amar por Él.
En este encuentro de amor entre Jesús y nosotros, Él es quien ha tenido la iniciativa. Desde antes de ser concebidos ya nos amaba. Desde la eternidad hemos estado en su pensamiento y en su corazón.
Él nos ama hasta el extremo de arrodillarse ante nosotros, para lavarnos el polvo del camino, el cansancio de nuestra vida.
Él nos ama hasta el extremo de darse en la eucaristía, transformarse en alimento, llevando en su cuerpo eucarísticos las heridas de nuestros pecados.
Él nos ama hasta el extremo de, sabiendo de vamos a abandonarle, volcar su corazón, contarnos como se siente, rezar por nosotros al Padre.
Él nos ama hasta el extremo de, a pesar de nuestro sueño, pedirnos le acompañemos en el llanto de amargura y soledad.
Así pues dejémonos amar por Cristo,
acerquémonos a Él como nos acercamos a la hoguera, no para estudiar la temperatura y el color de las llamas, sino para dejarnos calentar por Él.
No le cerremos las puertas.
No dudemos que Dios nos ama a nosotros, tan pequeños, inconstantes y frágiles.
Su amor es ternura, es amor de madre que pide no se turbe nuestro corazón.
Su amor es servicio que se hace esclavo de nosotros.
Su amor es entrega que se transforma en alimento.
Su amor es intimidad, confidencias de un corazón enamorado del nuestro.
Su amor es preocupación y cuidado, sabiendo nuestro sufrimiento en ausencia suya.
Oración personal.-

Así pues: ¿cómo escucho a Jesús en esta noche?
¿En mi corazón hay un destello de amor hacia quien tanto me ama?
¿Qué escucho de Él?
¿Qué ruidos o distracciones me impiden en estos momentos meditar el evangelio?
¿Qué me pide en estos momentos Jesús?
¿Deseo realmente lo que Jesús desea de mí?


Canto.-

Yo no soy nada y del polvo nací,
pero Tú me amas y moriste por mí.
Ante la cruz sólo puedo exclamar:
Tuyo soy, tuyo soy.

Toma mis manos, te pido,
toma mis labios, te amo,
toma mi vida, oh padre,
tuyo soy, tuyo soy tuyo soy, tuyo soy

Cuando de rodillas te miro, oh Jesús,
veo tu grandeza y mi pequeñez.
¿Qué puedo darte yo? Sólo mi ser.
Tuyo soy, tuyo soy
Toma mis manos, te pido, toma mis labios.


­­­­­­­­­­­­­­CON LA IGLESIA.-

Monición-
La mirada a Jesús nos lleva a experimentar que hemos sido amados, con nuestro pecado y nuestra miseria, con el abandono y las negaciones, con la cruz que cargamos sobre sus hombros y los clavos con los que taladramos sus manos. Pero nuestra fe no se vive de forma personal e individual. Amar es compartir con alguien semejante lo que tenemos. Así nuestra fe, experiencia de amor, solamente puede ser vivida en el seno de la comunidad. El mismo Jesús no vivió en solitario la experiencia del Reino, pronto se rodeo de un grupo de discípulos. Esta noche, la más dramática de su vida, Jesús no quiso vivirla en soledad, cenó con sus amigos más íntimos, a ellos les transmitió su testamento espiritual y deseo pasar la amargura del Huerto de los Olivos con tres de sus más allegados. Ellos, los Doce Apóstoles, representan a la Iglesia en su totalidad, bajo la guía de Pedro.
Así en esta noche nuestra oración es con la Iglesia, sintiéndonos miembros de ella, la comunidad que ora con su Maestro en espera de su muerte y resurrección, la comunidad por la que su Maestro ora al Padre en la llamada oración sacerdotal, que vamos a escuchar.

Evangelio.-

Padre, llegó la hora, glorifica a tu Hijo,
para que el Hijo te glorifique,
según el poder que le diste sobre toda carne,
para que a todos los que Tú le diste les dé Él la vida eterna.
Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti,
único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra,
llevando al cabo la obra que me encomendaste.
Y ahora Tú, Padre, glorifícame cerca de Ti mismo
con la gloria que tuve, cerca de Ti, antes que el mundo existiese.

He manifestado tu nombre a los hombres
que me has dado de este mundo.
Tuyos eran, y Tú me los diste,
y han guardado tu palabra.
Ahora saben que todo cuanto me diste viene de Ti;
porque yo les he comunicado las palabras que Tú me diste,
y ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que yo salí de Ti,
y creyeron que Tú me has enviado.
Yo ruego por ellos.

No ruego por el mundo, sino por los que Tú me diste;
porque son tuyos, y todo lo mío es tuyo,
y lo tuyo mío, y yo he sido glorificado en ellos.
Y yo ya no estoy en el mundo;
pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a Ti.
Padre santo, guarda en tu nombre a éstos,
que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Cuando yo estaba con ellos,
yo los conservaba en tu nombre, y los guardé,
y ninguno de ellos pereció, sino el hijo de la perdición,
para que la Escritura se cumpliese.
Pero ahora yo vengo a Ti, y hablo estas cosas en el mundo
para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo les aborreció;
porque no eran del mundo, como yo no soy del mundo.

No pido que los tomes del mundo,
sino que los guardes del mal.
Ellos no son del mundo,
como no soy del mundo yo.
Santifícalos, en la verdad, pues tu palabra es verdad.
Como Tú me enviaste al mundo,
así yo los envié a ellos al mundo.

Y yo por ellos me santifico,
para que ellos sean santificados por la verdad.
Pero no ruego solamente por éstos,
sino por cuantos crean en mi por su palabra,
para que todos sean uno, como Tú,
Padre, estás en mí y yo en Ti,
para que también ellos sean en nosotros,
y el mundo crea que Tú me has enviado.

Y yo les he dado a conocer la gloria que Tú me diste,
a fin de que sean uno, como nosotros somos uno.
Yo en ellos, y Tú en mí,
para que sean consumados en la unidad,
y conozca el mundo que Tú me enviaste
y amaste a éstos como Tú me amaste.

Padre, lo que Tú me has dado quiero
que donde yo esté, estén ellos también conmigo,
para que vean mi gloria, que Tú me has dado,
porque me amaste antes de la creación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te conocí,
y éstos conocieron que Tú me has enviado,
y yo les di a conocer tu nombre,
y se lo haré conocer,
para que el amor con que Tú me has amado
esté en ellos y yo en ellos. Jn 17
Meditación.-

Jesús ruega al Padre por sus discípulos, es decir, por cada uno de nosotros. Los momentos de la Pasión entran dentro de la eternidad. En esta noche su oración abarca todos los tiempos, a toda la Iglesia en todo lugar e instante.
Adentrarse en la oración sacerdotal es penetrar su corazón y descubrirnos en su interior. Es entrar en un corazón totalmente abierto y fraternal. Es asistir a la hora de las grandes confidencias, ser testigo de la conversación sencilla y espontánea de Jesús con el Padre, en uno de los momentos más intensos de su vida.
A veces nos preguntamos, ¿de qué le habla Jesús al Padre? No sólo en su vida terrena, sino ahora. Él en el Monumento está en oración, hablándonos a nosotros, pero sobre todo dirigiendo su Palabra al Padre en favor nuestro. ¿Pero, qué le dice?
En la oración sacerdotal se encuentra la respuesta:
Pide al Padre, para la Iglesia la unidad, le pide que en la parroquia, cada uno con nuestra diversidad y carismas, colaborando en diferentes tareas, desde la espiritualidad vivida en la parroquia y en los diversos movimientos, seamos uno.
Pide al Padre que estemos totalmente consagrados a Dios.
No le pide al Padre que seamos sacados de nuestro ambiente, sino que en él seamos la levadura que fermenta la masa. Seamos luz en medio delas tinieblas, amor en medio del odio hacia nosotros.

Oración personal.-

Ahora es el momento de orar. Para ello una valiosa ayuda es el método ignaciano:

Le pedimos la gracia de que nos ayude a rezar durante estos quince minutos.

Composición de lugar: contempla a Jesús con la imaginación, el cenáculo, la mesa, las cortinas, los manteles, las banquetas, el fuego iluminándoles, los utensilios recogidos, los apóstoles sentados, Jesús en el centro. Sitúate en la escena.

Pídele la gracia que deseas: sentirte un apóstol que escucha atentamente.

Y ahora lee el texto pausadamente, si hay alguna frase que te sea significativa repítela numerosas veces, que sea como las gotas de lluvia.


Canto.-

Como el Padre me amó, yo os he amado;
permaneced en mi amor,
permaneced en mi amor.

Si guardáis mis palabras y como hermanos os amáis,
compartiréis con alegría el don de la fraternidad.
Si os ponéis en camino sirviendo siempre la verdad,
fruto daréis en abundancia, mi amor se manifestará.

No veréis amor tan grande como aquel que os mostré.
Yo doy la vida por vosotros: amad como yo os amé.
Si hacéis lo que os mando y os queréis de corazón
compartiréis mi pleno gozo de amar como Él me amó.


­­­­­­­­­­­­­­CON LA SOCIEDAD.-


Monición.-
El encuentro con Cristo nos ha conducido a vivirlo en la Iglesia, la fe está llamada a ser celebrada en comunidad. Y el encuentro con los hermanos nos lleva a vivir el mandamiento del amor fraterno y descubrir en toda persona el rostro de Jesús.
Así nuestro compromiso con Cristo y con la Iglesia como dos flechas se orientan hacia los más desfavorecidos, es el compromiso con los marginados por la sociedad, con los excluidos de las ciudades, con aquellos con los que en esta noche Cristo se identifica.
En Getsemaní descubrimos al hombre sufriente, al varón de dolores, a tantas personas que en la noche de su vida se enfrentan a juicios, a la pena de muerte al amanecer, a tantos hombres y mujeres que en los hospitales esperan el diagnóstico médico, una intervención quirúrgica compleja que traerá consigo días de cruz y sufrimiento, a tantas personas que esperan en los centros de internamento ser deportados a sus países.
Esta noche al contemplar Getsemaní nuestros oídos permanecen abiertos al sufrimiento de nuestros hermanos.

Evangelio:

Salió y se dirigió según costumbre al monte de los olivos y lo siguieron los discípulos Al llegar al lugar, les dijo: Pedid no sucumbir en la prueba. Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y oraba: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas. Y, entrando en combate, oraba más intensamente. Le corría el sudor, como gotas de sangre cayendo en el suelo. Se levantó, se acercó a sus discípulos y los halló dormidos de tristeza.
Lc 22,39-45



Meditación.-

Escuchemos el testimonio del obispo en Centro África, Juan José Aguierre, escrito la pasada semana:

La ciudad de Rafai está a 150 Km de Bangassou (Centroáfrica), la diócesis en donde, desde hace 12 años, estoy llevando el servicio del episcopado. Si Rafael significa “medicina de Dios”, Rafai se convirtió el domingo pasado en la antesala de la brutalidad y el desquiciamiento. Otra vez los rebeldes de Ejército de Resistencia del Señor, que, como ya he dicho otras veces, no son ni ejército, ni resisten a nada más que a su chiflada andadura, ni son del Señor porque son simplemente unos bárbaros criminales que pisotean a mi gente, secuestran niños, violan seres indefensos y matan en la más completa impunidad. Ya el 17 de febrero pasado atacaron Rafai, saquearon la misión, vaciaron los cuartos de los franciscanos, aunque ya de por si su ajuar suele ser raquítico, aterrorizaron la pareja de cooperantes franceses que estaban dando dos años de vida en la enseñanza y les robaron todo incluso el traje de novia que ella se había bordado con telas africanas para casarse el jueves santo.
Lo del domingo 21 de marzo fue mucho peor, un ataque lleno de crueldad sin límite contra una población indefensa. La LRA es un grupo de pirados que dan tumbos por la selva de tres países desde el 2007. La LRA arrasó Rafai como una apisonadora machaca la hierba del camino. Robaron graneros, a intervalos de ráfagas de metralla dura, quemaron las casas, acabaron a machetazos con los heridos y dejaron Rafai humeante de fanatismo agresor y de impotencia local.
La noche de histeria colectiva y llanto fue horrorosa. Los pocos que no huyeron a la selva no sabían si los desaparecidos se habían escondido o eran víctimas de un secuestro. Al día siguiente, el padre de la misión, hierático de rabia y desamor, contaba los muertos y organizaba el entierro, católicos y protestantes juntos en la misma tumba porque los pastores de las respectivas iglesias seguían huidos en la selva. Un funeral en la intimidad, poblado de sombras de los familiares desaparecidos en la selva. Ayer vi de refilón en la T.V. el entierro de un gendarme muerto en suelo francés por terroristas de EtA. El presidente francés asistió a la ceremonia y el español también. Un solo gendarme congregó dos presidentes. El padre franciscano enterró los 8 cadáveres en una discreta soledad, con una suave brisa meneando los árboles por todo acompañamiento de banda militar, tragándose las lágrimas y mirando reojo por si había movimientos sospechosos. Por supuesto, ni un solo funcionario acudió al sepelio, ni un simple subsecretario de algo. Tan sólo los franciscanos, los muertos y Dios. Este último, tal vez, profundamente compungido.
Los padres se quedaron allí para dar coraje a la población. Ellos, el coraje, lo reciben de lo Alto




Oración personal.-

Después de escuchar este testimonio rezamos, mediante el método de oración junior:


Experiencia:

¿Qué descubro en esta lectura? ¿conozco escenas semejantes? ¿en mí vida cuando he sufrido la desolación?

Reflexión.-

A la luz del evangelio, ¿descubro la presencia de Dios en el sufrimiento?, ¿qué dice Dios a esta situación dramática o a las mías?

Compromiso.-

Por los niños obligados a crecer prematuramente, vendidos, prostituidos o esclavizados. Roguemos al Señor.
Por las mujeres maltratadas, que sufren marginación y violencia. Roguemos al Señor.
Por los parados, especialmente los jóvenes y los padres y madres de familia. Roguemos al Señor.
Por los inmigrantes, obligados a dejar su tierra, su casa y su familia, y que no encuentran buena acogida. Roguemos al Señor.
Por los drogadictos, que llegan a perder su dignidad, su libertad, su salud y su vida. Roguemos al Señor.
Por los enfermos de SIDA, mirados como antiguos leprosos. Roguemos al Señor.
Por los niños que han muerto, víctimas del aborto, desde 1985. Roguemos al Señor.
Por los que mueren víctimas de las guerras en África, Irak, Afganistan, Latinoamérica, Asia o víctimas del terrorismo. Roguemos al Señor.
Por los ancianos que no son queridos y se sienten solos. Roguemos al Señor.
Por los agonizantes y enfermos terminales. Roguemos al Señor.
Por los hambrientos y los que sufren la destrucción de sus tierras, a manos de las multinacionales occidentales. Roguemos al Señor.
Por los que son torturados en los calabozos. Roguemos al Señor.
Por los que en estos momentos sufren largos secuestros. Roguemos al Señor.



Canto u oración.-

Con vosotros está y no le conocéis.
Con vosotros está, su nombre es “el Señor”.

1.- Su nombre es “el Señor” y pasa hambre,
y clama por la boca del hambriento,
y muchos que lo ven pasan de largo
acaso por llegar temprano al templo.
Su nombre es “el Señor” y sed soporta,
y está en quien de justicia va sediento,
y muchos que lo ven pasan de largo,
a veces ocupados en sus rezos.

CON VOSOTROS ESTÁ Y NO LE CONOCÉIS,
CON VOSOTROS ESTÁ, SU NOMBRE ES “EL SEÑOR”.
CON VOSOTROS ESTÁ Y NO LE CONOCÉIS,
CON VOSOTROS ESTÁ, SU NOMBRE ES “EL SEÑOR”.

2.- Su nombre es “el Señor” y está desnudo,
la ausencia del amor hiela sus huesos,
y muchos que lo ven pasan de largo,
seguros y al calor de su dinero.
Su nombre es “el Señor” y enfermo vive,
y su agonía es la del enfermo,
y muchos que lo saben no hacen caso,
“tal vez no frecuentaba mucho el templo”.

3.- Su nombre es “el Señor” y está en la cárcel,
está en la soledad de cada preso,
y nadie lo visita y hasta dicen:
“tal vez este no era de los nuestros”.
Su nombre es “el Señor”, el que sed tiene,
Él pide por la boca del hambriento,
está preso, está enfermo, está desnudo,
pero Él nos va a juzgar por todo esto.


Oración final.-

En este Año Sacerdotal concluimos la Hora Santa con la oración por las vocaciones del Papa Benedicto XVI.

Padre,
haz que surjan entre los cristianos
numerosas y santas vocaciones al sacerdocio,
que mantengan viva la fe
y conserven la seductora memoria de tu Hijo Jesús,
mediante la predicación de su palabra
y la administración de los Sacramentos
con los que renuevas continuamente a tus fieles .
Danos santos ministros del altar,
que sean solícitos y fervorosos custodios de la Eucaristía,
sacramento del don supremo de Cristo
para la redención del mundo.
Llama a ministros de tu misericordia que,
mediante el sacramento de la Reconciliación,
derramen el gozo de tu perdón.
Padre,
haz que la Iglesia acoja con alegría
las numerosas inspiraciones del Espíritu de tu Hijo,
y dócil a sus enseñanzas,
fomente vocaciones al ministerio sacerdotal
y a la vida consagrada.
Fortalece a los obispos, sacerdotes, diáconos,
a los consagrados y a todos los bautizados en Cristo
para que cumplan fielmente
su misión al servicio del Evangelio.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.

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