lunes, 29 de marzo de 2010

Hora Santa 2007, con el Antiguo Testamento.

Monición de entrada.

Un nuevo año nos hemos reunido aquí, en nuestra iglesia parroquial, para rezar con Jesús y compartir con él y todos los que como él han sufrido la persecución y la muerte, una hora. Es la hora santa, hora de encuentro con Cristo sufriente, el Cristo que sufrió la intolerancia política y religiosa, el Cristo que pasó esta noche angustiado porque los planes homicidas de los escribas, fariseos y sacerdotes, estaban ya preparados. No es esta hora sólo para que pensemos en nosotros mismos y aprovechando las lecturas de nuevo nos miremos a nosotros. Es la hora de dar y compartir, unidos a nuestros hermanos, los hombres y mujeres, que han sufrido, sufren y sufrirán por ser fieles a su conciencia.

Saludo del sacerdote.
Oración.
Padre mío,
ahora que las voces se silenciaron
y los clamores se apagaron,
aquí ante el Monumento,
se eleva nuestra alma hasta Ti para decirte:
creemos en Ti, esperamos en Ti,
te amamos con todas nuestras fuerzas.
Depositamos en tus manos la fatiga y la lucha,
las alegrías y desencantos de nuestra vida.
Si los nervios nos traicionaron,
si los impulsos egoístas nos dominaron,
si dimos entrada al rencor o a la tristeza,
¡perdón, Señor! Ten piedad de nosotros.
Si hemos sido infieles,
si pronunciamos palabras vanas,
si nos dejamos llevar por la impaciencia,
si fuimos espina para alguien,
¡perdón, Señor!
Queremos esta noche,
noche de oración ante Jesús,
noche de unión con el Huerto de los Olivos,
pedirte perdón, Señor.
Señor, a nuestro derredor ya todo es silencio y calma.
Envía el ángel de la Paz a esta capilla,
el mismo que consoló a tu Hijo Jesús en la agonía.
Relaja nuestros nervios,
sosiega nuestro espíritu,
suelta nuestras tensiones,
inunda nuestro ser de silencio y serenidad,
para que nos dejemos guiar por el Espíritu
que nos lleve a unirnos a Jesús,
Jesús que sufrió en los profetas,
Jesús que sufrió en Getsemaní,
Jesús que sufre en los mártires.

1.LA NOCHE.

Monición.

Abraham estaba envuelto en la más densa oscuridad: él es anciano, Sara es estéril, el tiempo pasa, todo parece indicar que no habrá descendencia y será un criado de su casa quien heredará los bienes de Abraham. La noche interior de Abraham se ve iluminada con la noche estrellada durante la cual Dios, sacándolo afuera, le renueva la promesa, invitándole a contemplar el firmamento. Y Abraham creyó. También Cristo en esta noche se halla sumergido en la oscuridad. Las horas de su vida están contadas, los discípulos duermen, incapaces de acompañarle en la oración, el tiempo pasa y todo parece irse al traste, sin nadie capaz de mantener vivas sus enseñanzas. En su interior la oscuridad de Abraham. En esta noche Cristo clama, mira al cielo, experimenta al contemplar las estrellas el inmenso amor de un Dios que ha creado el firmamento, los árboles y las montañas para el ser humano, el hombre y la mujer a los que va a redimir. Escuchemos la Palabra de Dios.

Lectura del libro del Génesis

En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.» Y añadió: «Así será tu descendencia.»Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber. El Señor le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.» Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?»Respondió el Señor: «Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un car­nero de tres años, una tórtola y un pichón.»Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáve­res, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una an­torcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor hizo alianza con Abrán en estos términos:«A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Eufrates.» Palabra de Dios.
Oración.
La noche no interrumpetu historia con el hombre.La noche es tiempode salvación.De noche descendía tu escala misteriosahasta la misma piedra donde Jacob dormía.La noche es tiempode salvación.De noche celebrabas la Pascua con tu pueblo,mientras en las tinieblas volaba el exterminio.La noche es tiempode salvación.Abrahán contaba tribus de estrellas cada noche;de noche prolongabas la voz de la promesa.La noche es tiempode salvación.De noche, por tres veces, oyó Samuel su nombre;de noche eran los sueños tu lengua más profunda.La noche es tiempode salvación.

2. EL PROFETA. JEREMÍAS.

Monición.
Siendo joven recibió la vocación de ser profeta de las naciones, con una misión muy concreta, arrancar y derribar, plantar y construir, denunciando el pecado del pueblo y anunciando la salvación. Esto provocará en él sufrir numerosas persecuciones, aflorando el cansancio y el dolor profundo de su misión, rebelándose ante Dios y desahogandose ante él de su desgracia. No siente la presencia de Dios. Su vocación entra en crisis. Se lamenta de tanta persecución y Dios lejos de apartarle del camino le alienta a seguir. Él acepta, recorriendo su camino hasta el fin, en el abandono de Dios.
Jesús asumió la vida del profeta Jeremías, él también tuvo como misión arrancar una religión contaminada por la ley y la hipocresía y construir una nueva religión, cristalina, purificada por el amor. Y sufrió la persecución. En esta noche Jesús, como Jeremías, se desahoga ante el Padre. Cansado como el profeta, se lamenta y desea apartarse del camino. La presencia del Padre será aliento para recorrerlo hasta el final, totalmente abandonado a su voluntad.


Lectura del profeta Jeremías.

¡Ay de mí, madre mía,
que me engendraste
hombre de pleitos y contiendas
con todo el mundo.
Ni he prestado ni me han prestado
y todos me maldicen.
De veras, Señor,
te he servido fielmente:
en el peligro y en la desgracia
he intercedido
en favor de mi enemigo;
tú lo sabes.
Señor, acuérdate y ocúpate de mí,
véngame de mis perseguidores,
no me dejes perecer
por tu paciencia,
mira que soporto injurias
por tu causa.
Cuando recibía tus palabras,
las devoraba,
tu palabra era mi gozo
y mi alegría íntima,
yo llevaba tu nombre,
Señor, Dios de los ejércitos.
¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga
y mi herida enconada e incurable?

Oración.

Por ti he aguantado afrentas,la vergüenza cubrió mi rostro.Soy un extraño para mis hermanos,un extranjero para los hijos de mi madre,porque me devora el celo de tu templo,y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Pero mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad,que tu fidelidad me ayude.Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;por tu gran compasión vuélvete hacia mí.
Miradlo los humildes y alegraos, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas.

3.EL SIERVO DE YAHVÉ.

Monición.
El siervo es el que escucha y predica el mensaje divino, gracias a Dios que le da la lengua de iniciado y le abre el oído. Este mensaje trae consigo los últrajes, que él acepta y afronta, sin intentar vengarse, respondiendo con una fría calma, fruto de la convicción de que Dios está junto a él. Jesús asume también la condición del Siervo de Yahvé. En esta noche, la lucha contra sí mismo culminará aceptando ser él el siervo anunciado por el profeta Isaías.
Lectura.

Lectura del Profeta Isaías 52,13-53,12.

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.
Creció en su presencia como un brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza.
Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.
Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado,traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como un cordero llevado al matadero,como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Oración de Pedro Casaldáliga.
Tú, leproso y ludibrio... Varónde dolores, sin gloria, que has pisado solo—y ebrio—el lagar, y te has manchado de mosto de amargura... Tú que traes, Señor, el Corazón roto bajo la prensa del pecado. ¡Gusano y no hombre, que, en sanción de tus propios amores condenado, eres el gran Pecado sin perdón! ¿Has medido, Amador, el loco exceso que te ha sacado del Séptimo Día...? ¿No te bastó cubrirte de prestado? ¿No te basta ser preso de la exigua envoltura de un bocado? ¿Por qué te rindes, Fuerte, a la agonía y a la celada trémula de un beso?

4.MARÍA
Monición.
Antes de emprender el último tramo de su caminar hacia el Padre, Jesús aprovechando las pocas horas que le quedaban, se separó de sus discípulos y se reunió con su madre. ¿Por qué no? Los evangelios omiten este episodio, pero bien pudo haberse encontrado con ella, María Magdalena, María de Salomé, Lázaro y el grupo de los discípulos y discípulas que le acompañaban. En aquella mañana pudo haber tenido lugar este diálogo que el sacerdote José Luis Martín Descalzo recreó:
María: ¿Ocurre algo, hijo?
Jesús: Ocurre que he sentido
un ala negra golpeando mi rostro,
un látigo de hielo, una caliente
bofetada amarga de ceniza.
Era cual si, de pronto,
faltara un escalón en la escalera
y te quedaras colgando
sin acabar de caer ni sostenerte,
mientras un buitre negro te picotea el alma.
¿Estaba en la antesala de la muerte?
María: Hace muchos años, hijo, que yo conozco ese desierto
Ser hombre es presentirlo
y ser mujer sentirlo doblemente.
Cuando engendras un hijo te crees, por un momento, fabricante de vida,
pero los mismos alaridos del parto
te dicen que es muerte lo que engendras,
que das a luz lo fugitivo
y que te salen del vientre trozos de vida y muerte barajados.
Todas las madres saben que dan a luz aprendices de muerto.
Más yo creí que, al menos tú, serías distinto.
Si nace un Dios, ¿por qué ha de ser mortal?
Jesús: No se hace uno hombre a trozos:
anonadarse
no es bajar del caballo de Dios
y seguir siendo un Dios invulnerable.
Es hacerse miseria,
agachar la cabeza
y pasar por los yugos y las grietas
en los que el hombre deja su sangre encadenada.
Si me gusta ser hombre
no es que ignore que su entraña es la muerte.
Lo sabía estando ya en tu seno.
María: Yo no, hijo. Esperaba
que el hombre entendería
y que habría un atajo para salvar sin muerte.

Jesús: Eso no es posible, madre.
El mal es duro. Y sólo
a golpes de auténtico dolor puede resquebrajarse.
No basta simular un combate
y decirte: “Mañana resucitaré”,
como quien traga un vaso de ricino.
No, morir es morirse,
sin trampa ni cartón, sin tramoyas teatrales
o pensando: “Bebámoslo, mañana vendrá el sol”.
Hay que entrar en el túnel
a contra corazón,
creyendo (pero sin saberlo) que hay luz al otro lado.
María: Entonces ¿la fe también es necesaria para ti?
Jesús: También. Sé que entraré en la muerte como un hombre desnudo,
que gritaré en la cruz sin saber Quién está al otro lado
o sin saber siquiera si hay alguien.
Yo no puedo ser un Dios camuflado
que engatusa con simulada fe de pacotilla.
María: ¿Por eso tienes miedo?
Jesús: Ser hombre es solamente
tener unas pocas certezas,
tres o cuatro.
O tal vez una sola: la de saberse amado.
Saber que, aunque la muerte fuera inútil,
alguien nos amará,
alguien del cielo o de la tierra.
María: Yo te amaré siempre, hijo.
Jesús: Lo sé, y eso me bastaría
para subir tranquilo hasta la cruz.
Y se que El también me ama
pero ¡qué difícil
este Padre
que no sabe abrazarte
si llegas hasta El solo!
J.L. Martín Descalzo. Diálogos de pasión.

5.EL MANDAMIENTO DEL AMOR
Monición.
Toda la vida de Jesús ha sido amar, un amor especial hacia los suyos y los marginados. En aquella tarde el amor llegó al extremo de arrodillarse ante los discípulos y lavarles los pies y ofrecerse a sí mismo en el pan y vino. Mañana dará un nuevo paso, con su muerte en la cruz se hará solidario de las víctimas de la violencia, fruto de los fanatismos políticos y religiosos y se ofrecerá por nosotros, para desde la cruz liberarnos de la raíz del mal y el sufrimiento, el pecado. Pero Jesús no quiere apropiarse el amor, en cada uno de sus discípulos tiene que haber una señal, precisamente el que se amen los unos a los otros.
Del Evangelio de san Juan.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: donde yo voy vosotros no podéis ir. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros igual que yo os he amado, amaos también entre vosotras La señal por la que os conocerán todos que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros.

Oramos.
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, que yo ponga amor.
Donde haya ofensas, que yo ponga perdón.
Donde haya discordia, que yo ponga verdad..
Donde haya error, que yo ponga verdad.
Donde haya duda, que yo ponga fe.
Donde haya desesperanza, que yo ponga esperanza.
Donde haya tiniemblas, que yo ponga luz.
Donde haya tristeza, que yo ponga alegría.
Haz que yo no busque tanto
El ser consolado como el consolar,
El ser comprendido como el comprender,
El ser amado como el amar.
Porque dando
es como se recibe.
Olvidándose de sí mismo
es como se encuentra a sí mismo.
Perdonando
es como se obtiene perdón.
Muriendo
es como se resucita a la vida eterna.

6.ORACIÓN SACERDOTAL.
Monición.
La Hora Santa tiene dos momentos centrales. La oración sacerdotal y la oración en Getsemaní. En la primera Jesús se dirige al Padre y ruega por cada uno de nosotros. En aquellas horas previas a su muerte, él nos llevaba a cada uno de nosotros en su corazón. Por eso la escucharemos y dejaremos un momento de silencio, para interiorizarla y escuchar a Jesús hablarle al Padre. En esta noche de nuevo él, a quien escuchamos cada vez que dos o tres nos reunimos en su nombre y proclamamos el Evangelio, reza por cada uno de nosotros. Una buena forma de orar sería cambiar el “ellos” por nuestro nombre y rezarla de este modo, en el silencio y la intimidad de la oración ante el monumento.
Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo he te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu Nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran y tú me los diste y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no te ruego por el mundo, sino por los que tú me diste y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío; y eh ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo mientras yo voy a ti.
Padre santo, guárdalos en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro y, para que también se consagran ellos en la verdad.
No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste, estén conmigo, donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido yo te he conocido y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu Nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, como también yo estoy en ellos.

7.GETSEMANÍ.
Monición.
Concluida la oración sacerdotal Jesús emprende el camino desde el Cenáculo hasta Getsemaní. Allí reza.
Del Evangelio de san Lucas.
Salió y se dirigió según costumbre al monte de los olivos y lo siguieron los discípulos Al llegar al lugar, les dijo: Pedid no sucumbir en la prueba. Se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y oraba: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas. Y, entrando en combate, oraba más intensamente. Le corría el sudor, como gotas de sangre cayendo en el suelo. Se levantó, se acercó a sus discípulos y los halló dormidos de tristeza. Lc 22,39-45

Oración.
Señor Jesús, desde que pasaste por este mundo
teniendo la paciencia como vestidura y distintivo,
es ella la reina de las virtudes
y la perla más preciosa de tu corona.
Danos la gracia de aceptar con paz
la esencial gratuidad de Dios,
el camino desconcertante de la Gracia
y las emergencias imprevisibles de la naturaleza.
Aceptamos con paz
la marcha lenta y zigzagueante de la oración
y el hecho de que el camino para la santidad
sea tan largo y difícil.
Aceptamos con paz
las contrariedades de la vida
y las incomprensiones de nuestros hermanos,
las enfermedades y la misma muerte
y la ley de la insignificancia humana, es decir:
que, después de nuestra muerte, todo seguirá igual
como si nada hubiese sucedido.
Aceptamos con paz
el hecho de querer tanto y poder tan poco
y que, con grandes esfuerzos, hemos de conseguir
pequeños resultados.
Aceptamos con paz la ley del pecado, esto es:
hacemos lo que no queremos, y dejamos de hacer
dejamos aquello que nos gustaría hacer.
Aceptamos con paz
la ley de la mediocridad y del fracaso,
la ley de la soledad y de la muerte.
A cambio de toda esta entrega, danos la Paz, Señor.
8.LOS MÁRTIRES DE AYER.
Monición.
Aquello no terminó con Jesús, el fue el primero de una larga cadena de hombres y mujeres que dieron su vida por el Reino de Dios, víctimas de la intolerancia política y religiosa. Después de Cristo le siguieron el apóstol Santiago y el diácono Esteban, a ellos se unieron los apóstoles y los primeros mártires hasta el presente. Entre ellos, nuestro pueblo tiene la dicha de haber ofrecido a Cristo un hijo suyo, Don Pascual Penadés. Escuchemos algunos testimonios.
El primero es la carta a Diogneto.

De la carta a Diogneto.
Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen los que nacen. Ponen mesa común, pero no lecho. A todos aman y de todos son perseguidos. Se les desconoce y se les condena. Se les mata y en ello se les da la vida. Son pobres y enriquecen a todos. Carecen de todo y abundan en todo. Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados. Se les injuria y ellos dan honra. Hacen bien y se les castiga como malhechores. Condenados a muerte, se alegran como si les dieran la vida.

Un interrogatorio de los mártires de la Iglesia de Africa.

El procónsul Saturnino dijo: Os concedo un plazo de treinta días para que reflexionéis. Esperanto dijo de nuevo: soy cristiano. Y todos asintieron con él. El procónsul Saturnino leyó de la tablilla la sentencia: Esperanto, Nartzalo, Citino, Donata, Vestia, Segunda y los demás que han declarado vivir conforme a la religión cristiana, puesto que habiéndoseles ofrecido facilida de volver a las costumbres cristianas, se han negado obsinadamente, sentencio que sean, pasados a espada. Esperanto dijo: damos gracias a Dios. Nartzalo dijo: hoy estaremos como mártires en el cielo. ¡Gracias a Dios! Y enseguida fueron degollados por el nombre de Cristo.

Maximiliano Kolbe.
Nos encontramos en el campo de exterminio de Auschwitz. Aquella noche uno de los miles de los condenados a trabajos forzados se había fugado. A la mañana siguiente hicieron formar a todos los dos mil y los tuvieron en posición firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Los frágiles cuerpos, débiles por el trabajo y la mala alimentación iban cayendo, ante un sol implacable de aquel mes de agosto. A las tres les dieron un poco de comida, volviendo a la posición de firmes hasta la noche. Al día siguiente fueron elegidos diez de ellos para ser ajusticiados. Entre ellos un padre de familia, que lloraba. Maximiliano Kolbe dio un paso adelante y se dirigió al coronel con estas palabras: Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de este hombre que tiene esposa e hijos. El oficial aceptó.

Rutilio Grande.
Había nacido en El Paisanal, El Salvador. Ingresó en la Compañía de Jesús y ordenado sacerdote comenzó en 1973 la experiencia pastoral en Aguilares, junto con tres jesuitas. Eran años duros y terribles para el pueblo salvadoreño. Y el Padre Rutilio desde el Evangelio se entregó en la defensa de la justicia , formando líderes capesinos con una enorme influencia en las comiunidades. Aquello era un peligro, el Reino de Dios trae consigo la lucha contra las estructuras de pecado y quienes las mantienen. El 13 de Marzo de 1977 cuando se dirigía para celebrar la Eucaristía en El Paisanal fue asesinado junto con un hombre de 62 años y un muchacho de 14. Aquella muerte trajo consigo el cambio de mentalidad de un gran obispo, Oscar Romero, quien comenzó a implicarse en la denuncia y lucha por el pueblo sufriente.

LETANÍAS.
Monición.
Jesús es el Salvador de todos los hombres. Con esta afirmación los cristianos tenemos muy claro que él no es sólo patrimonio nuestro sino de toda la humanidad y en él todos hemos sido hechos hermanos unos de otros, dejando atrás las barreras que los hombres y mujeres construimos para separarnos, barreras de razas, culturas, religiones, ideologías, pueblos,... En esta noche asume el dolor de la humanidad, se convierte en el centro en quien convergen todos los justos de la historia. Por eso vamos a recordarles, a quienes un día revivieron la pasión de Cristo, algunos de ellos sin conocerle y sin haber conocido el Evangelio lo siguieron, porque vivieron lo esencial del mensaje de Jesús.

Sócrates, muerto por amor a la justicia. Camina con nosotros.
Muertos de Auschwitz, Vietnam, Irak, Afganistán, Nueva York, Madrid,... que habéis abierto un surco imborrable. Caminad con nosotros.
Abraham, padre de todos los creyentes. Camina con nosotros.
Moisés, brazo de Dis que movilizaste al pueblo para salir de la esclavitud. Camina con nosotros.
Isaías y Jeremías, profetas perseguidos por ser fieles a vuestra misión. Caminad con nosotros.
Juan Bautista, mártir de la misión profética. Camina con nosotros.
Esteban, apedreado por causa de Jesucristo. Camina con nosotros.
Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia y mártires del Evangelio. Caminad con nosotros.
Policarpo de Esmirna, detenido y muerto a los ochenta y seis años. Camina con nosotros.
Felicidad y madre de siete mártires, que los animaste a resistir hasta el fin. Camina con nosotros.
Francisco de Asís, crucificado con Cristo por amor al Evangelio. Camina con nosotros.
Carlos de Foucauld, hermano pequeño de todos los hermanos pequeños, asesinado. Camina con nosotros.
Maximiliano Kolbe, prisionero de los nazies que cambiaste tu vida por la de un condenado a muerte. Camina con nosotros.
Rutilio Grande, Oscar Romero, Ignacio Ellacuria y cuantos distéis vuestra vida por fidelidad al Evangelio y amor al pueblo. Caminad con nosotros.
Martín Luther King, mártir de la libertad, la igualdad y el amor. Camina con nosotros.
Juan XXIII, profeta del amor, el buen humor y la esperanza. Camina con nosotros.
Cristianos torturados y asesinados bajo el comunismo por fidelidad a la Iglesia y a Cristo. Caminad con nosotros.
Cristianos anónimos, madres y padres de familia, muertos o perseguidos por ser cristianos. Caminad con nosotros.
Beato Pascual, Don Elías y sacerdotes, religiosos y religiosas, cristianos asesinados en España durante la Guerra Civil, por ir a misa. Caminad con nosotros.
Santa María, Reina de los Mártires, camina con nosotros.

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