lunes, 29 de marzo de 2010

Hora Santa 2006, con textos de la Deus caritas est.

INTRODUCCIÓN.

Monición.
Queridos hermanos:
Es este un momento de intimidad con el Señor. Nuestra mirada se dirige a las últimas horas de libertad de Cristo. Unas horas marcadas por un amor que irá más allá de la muerte, resucitará y se hará presente a lo largo de la historia en las comunidades cristianas. Son momentos difíciles para Cristo, el tiempo con aquellos a los que ha amado se consume. Con el beso de Judás Jesús pasará a manos de las tinieblas, perderá la libertad para someterse a la autoridad religiosa y política, perdera a los amigos que le abandonarán, perderá la salud para sufrir la tortura.
Situémonos en aquella noche. Nosotros somos sus amigos, los que queremos estar con él y con Cristo en todos los que esta noche se encuentran solos en los hospitales, las cárceles, los campos de batalla, las residencias de ancianos,...

De un escrito del Cardenal Joseph Ratzinger.
Al finalizar la liturgia del Jueves Santo, la Iglesia imita el camino de Jesús trasladando al Santísimo desde el tabernáculo a una capilla lateral, que representa la soledad de Getsemaní, la soledad de la mortal angustia de Jesús. En esta capilla rezan los fieles; quieren acompañar a Jesús en la hora de su soledad. Este camino del Jueves Santo no ha de quedar en mero gesto y signo litúrgico. Ha de comprometernos a vivir desde dentro su soledad, a buscarle siempre, a él, que es el olvidado, el escarnecido, y a permanecer a su lado allí donde los hombres se niegan a reconocerle. Este camino litúrgico nos exhorta a buscar la soledad de la oración. Y nos invita también a buscarle entre aquellos que están solos, de los cuales nadie se preocupa, y renovar con él, en medio de las tinieblas, la luz de la vida, que «él» mismo es. Porque es su camino el que ha hecho posible que en este mundo se levante el nuevo día, la vida de la Resurrección, que ya no conoce la noche. En la fe cristiana alcanzamos esta promesa.

Canto de entrada.
Junto a Ti, al caer de la tarde,
y cansados de nuestra labor,
te ofrecemos con todos los hombres el trabajo,
el descanso y el amor.

Con la noche las sombras nos cercan,
y regresa la alondra a su hogar;
nuestro hogar son tus manos,
Oh Padre, y tu amor nuestro nido será.

Oración (todos)
Señor Jesús, queremos velar contigo,
queremos estar junto a tí.
Quizá no se nos ocurran muchas cosas,
pero queremos estar,
queremos sentir tu amor,
como cuando nos acercamos a una hoguera,
queremos amarte,
queremos aprender a amar.
Lo importante es estar abiertos a tu presencia.
Y agradecer, alabar, suplicar.
Y callar, escuchar,
no decir nada,
simplemente estar. Acógenos como discípulos
que quieren escuchar tus palabras,
aprender de ti, seguirte siempre.
Acógenos como amigos.
Y haz de nosotros también tus testigos,
testigos del amor. Señor Jesús,
toca esta noche nuestro corazón,
danos tu gracia, sálvanos,
llénanos de la vida que sólo tú puedes dar.

I. INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA.

Jesús nos habla “Haced esto en memoria mía”
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
-Tomad, esto es mi cuerpo.
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
-Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
Mc 14, 22-26

Música de fondo: La estación de primavera de Vivaldi

Escuchamos. De la Carta Encíclica Deus Caritas Est de Benedicto XVI.
Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Ya en aquella hora, El anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo a sus discípulos en el pan y en el vino, su cuerpo y su sangre como nuevo maná. DCE 12
El paso desde la Ley y los Profetas al doble mandamiento del amor de Dios y del prójimo, el hacer derivar de este precepto toda la existencia de fe, no es simplemente moral, que podría darse autónomamente, paralelamente a la fe en Cristo y a su actualización en el Sacramento: fe, culto y ethos se compenetran recíprocamente como una sola realidad, que se configura en el encuentro con el agapé de Dios. Así, la contraposición usual entre culto y ética simplemente desaparece. En el culto mismo, en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amados y el amar a los otros. Una eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma. Viceversa – como hemos de considerar más detalladamente aún – , el mandamiento del amor es posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor puede ser mandado porque antes es dado.
Dame una vocación plena y profunda que afirme mi trabajo con mi nombre.
Sea mi vida, Señor, clara y fecunday me realice mañana como hombre.

Da una meta segura a mi camino:que mi anhelo sea la perfeccióny cumpla mi esperanza y mi destino;ayúdame a encontrar mi vocación.
Que sirva mi tarea con pasión,con amor por lo firme y verdadero;dame acierto, Señor, en la elección,señala Tú mi rumbo venidero.

Que pueda entregar a mis hermanosel fruto de una siembra bien labrada,una obra que rebose de mis manos,como esa ofrenda que al Señor agrada.


II. LAVATORIO DE LOS PIES.

Lectio: El lavatorio de los pies.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venia de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: — «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis

Meditatio: el amor tiene rostro.
La verdadera originalidad del Nuevo Testamento no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito. En Jesucristo el propio Dios va tras la oveja perdida, la humanidad doliente y extraviada. Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras las ovejas descarriadas, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar.
DCE 12

Cristo, no tienes manos,
tienes sólo nuestras manos
para construir un mundo
donde habite la justicia.

Cristo, no tienes pies,
tienes sólo nuestros pies
para poner en marcha a los oprimidos
por el camino de la libertad.

Cristo, no tienes labios,
tienes sólo nuestros labios,
para proclamar a los pobres
la Buena Nueva de la libertad.

Cristo no tienes medios,
tienes sólo nuestra acción
para lograr que todos los hombres
sean hermanos.

Cristo somos la única Biblia
que el pueblo lee aún, s
omos el único mensaje libertador
de Dios-Padre-del pueblo,
escrito con obras y palabras eficaces.


III. MANDAMIENTO DEL AMOR.
Lectio: un nuevo mandamiento.

«Éste es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, pues el siervo no sabe qué hace su señor; yo os he llamado amigos porque os he dado a conocer todas las cosas que he oído a mi Padre. No me elegisteis vosotros a mí, sino yo a vosotros; y os designé para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca, a fin de que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Esto os mando: amaos unos a otros».
Juan 15, 10-16

Escuchamos. De la Carta Encíclica Deus Caritas Est de Benedicto XVI.
Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia, y de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este “antes” de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.
DCE 17
Oración en silencio
Dame Señor, un corazón vigilante
que ningún pensamiento vano me aleje de Ti,un corazón noble
que ningún afecto indigno rebaje;un corazón recto
que ninguna maldad desvíe;un corazón fuerte
que ninguna maldad esclavice;un corazón generoso para servir.
Así sea.

IV.LA ORACIÓN SACERDOTAL.
Lectio:

Padre, llegó la hora, glorifica a tu Hijo,
para que el Hijo te glorifique,
según el poder que le diste sobre toda carne,
para que a todos los que Tú le diste les dé Él la vida eterna.
Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti,
único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra,
llevando al cabo la obra que me encomendaste.
Y ahora Tú, Padre, glorifícame cerca de Ti mismo
con la gloria que tuve, cerca de Ti, antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los hombres
que me has dado de este mundo.
Tuyos eran, y Tú me los diste,
y han guardado tu palabra.
Ahora saben que todo cuanto me diste viene de Ti;
porque yo les he comunicado las palabras que Tú me diste,
y ellos las recibieron, y conocieron verdaderamente que yo salí de Ti,
y creyeron que Tú me has enviado.
Yo ruego por ellos.
No ruego por el mundo, sino por los que Tú me diste;
porque son tuyos, y todo lo mío es tuyo,
y lo tuyo mío, y yo he sido glorificado en ellos.
Y yo ya no estoy en el mundo;
pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a Ti.
Padre santo, guarda en tu nombre a éstos,
que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Cuando yo estaba con ellos,
yo los conservaba en tu nombre, y los guardé,
y ninguno de ellos pereció, sino el hijo de la perdición,
para que la Escritura se cumpliese.
Pero ahora yo vengo a Ti, y hablo estas cosas en el mundo
para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo les aborreció;
porque no eran del mundo, como yo no soy del mundo.
No pido que los tomes del mundo,
sino que los guardes del mal.
Ellos no son del mundo,
como no soy del mundo yo.
Santifícalos, en la verdad, pues tu palabra es verdad.
Como Tú me enviaste al mundo,
así yo los envié a ellos al mundo.
Y yo por ellos me santifico,
para que ellos sean santificados por la verdad.
Pero no ruego solamente por éstos,
sino por cuantos crean en mi por su palabra,
para que todos sean uno, como Tú,
Padre, estás en mí y yo en Ti,
para que también ellos sean en nosotros,
y el mundo crea que Tú me has enviado.
Y yo les he dado a conocer la gloria que Tú me diste,
a fin de que sean uno, como nosotros somos uno.
Yo en ellos, y Tú en mí,
para que sean consumados en la unidad,
y conozca el mundo que Tú me enviaste
y amaste a éstos como Tú me amaste.
Padre, lo que Tú me has dado quiero
que donde yo esté, estén ellos también conmigo,
para que vean mi gloria, que Tú me has dado,
porque me amaste antes de la creación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te conocí,
y éstos conocieron que Tú me has enviado,
y yo les di a conocer tu nombre,
y se lo haré conocer,
para que el amor con que Tú me has amado
esté en ellos y yo en ellos.


Lo más importante no es...
Que yo te busque, sino que tú me buscas en todos los caminos;
Que yo te llame por tu nombre, sino que tú tienes el mío tatuado en la palma de tus manos;
Que yo te grite cuando no tengo ni palabra, sino que tú gimes en mí con tu grito;
Que yo tenga proyectos para ti, sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro;
Que yo te comprenda, sino que tú me comprendes en mi último secreto.
Que yo hable de ti con sabiduría, sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera;
Que yo te guarde en mi caja de seguridad, sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano;
Que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas, sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas;
Que yo trate de animarme, de planificar, sino que tu fuego arda dentro de mis huesos;
Porque ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte... Si tú no me buscas, llamas y amas primero?
El silencio agradecido es mi última palabra y mi mejor manera de encontrarte

V. GESTSEMANÍ.

Llegan a un lugar llamado Getsemaní. Y les dice a sus discípulos: —Sentaos aquí, mientras hago oración. Y se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a sentir angustia. Entonces les dice: — Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo.
Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo: -Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz; pero que no sea tal como yo quiero, sino como quieres tú.
Vuelve junto a sus discípulos y los encuentra dormidos; entonces le dice a Pedro: —¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil.
De nuevo se apartó, por segunda vez, y oró diciendo: -Padre mío, si no es posible que esto pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
Al volver los encontró dormidos, pues sus ojos estaban cargados de sueño. Y, dejándolos, se apartó una vez más, y oró por tercera vez repitiendo las mismas palabras. Finalmente, va junto a sus discípulos y les dice: — Ya podéis dormir y descansar... Mirad, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos; ya llega el que me va a entregar.


La Pasión de Cristo. Mel Gibson.

El lugar era familiar.Tú conocías bien ese Huerto de los Olivos. Pero esta noche es diferente.Esta noche es la hora, el momento cumbre... y tú lo sabes bieny por eso estás ahí, donde están los que obedecen... hasta la muerte.
Tú esta noche eres un hombre...un pobre hombre con la noche de todos los hombres encima...Tú esta noche tienes que ser gusano:para eso has venido...para marchar como gusano de entre nosotros... con los huesos bien al descubierto,'con el corazón totalmente traspasado... ¿Te será esto soportable?
Padre, aleja este cáliz.Pero tú sabes bien que el Padre no quiere alejar el cáliz, tú sabes que lo tuyo es beberlo...entero...
Tú sabes que la única palabra esta noche es la de Hijo:No quiero mi voluntad sino la tuya.Tú esta noche estás llamado a demostrar que el amor es más fuerte que el pecado, que el amor es más fuerte que la muerte... y tienes que ir a tu destino...el destino que tú sabes bien y que los profetas marcaron:Tú estás llamado esta noche a aceptar la Cruz.
Tú serás condenado a muerte por haber vivido la justicia y la misericordia:tu gran pecado es ser el justo de Dios.
Suda sangre, Señor, Rey de los judíos...Mil y mil muertes están sobre ti.Tu sufrimiento es único: tiene talla de Dios.Tu amor es único: tiene talla de Dios.
Lo imposible así tú ya lo estás haciendo posible y los cielos y la tierra volverán a ver la Alianza.
Testimonios.

La Cruz abrazada...
Un joven sentía que no podía más con sus problemas. Cayó entonces de rodillas rezando: "Señor, no puedo seguir. Mi cruz es demasiado pesada" El Señor le contestó: "Hijo mío, si no puedes llevar el peso de tu cruz, guárdala dentro de esa habitación. Después escoge la cruz que tu quieras". El joven suspiró aliviado: "Gracias Señor". Luego dio muchas vueltas por la habitación observando las cruces, había de todos los tamaños. Finalmente fijó sus ojos en una pequeña cruz apoyada junto a la puerta y susurró: "Señor, quisiera esa cruz". El Señor le contestó: "Hijo mío, esa es la cruz que acabas de dejar"

Un soldado iraquí pasa a la vida monástica
Vengo de una familia cristiana. En 1984 era soldado del ejercito iraquí. Combatí en la guerra contra Irán militando durante casi cuatro años en el ejército. He combatido también contra los kurdos y entre otras adversidades fui hecho prisionero: un grupo de guerrilleros kurdos me capturó y permanecí tres meses en la montaña sufriendo crueles torturas. Me liberaron porque mi familia pagó como rescate 10.000 dinares. La vida militar en el ejército de Saddam me agotó y huí, por lo que me convertí en un desertor. La policía me capturó y un tribunal militar me condenó a prisión por deserción.

En aquel período descubrí la oración como verdadero alimento espiritual. Viví esta crisis con mucho dolor y sufrimiento en cuerpo y alma. Pero el Señor estaba siempre conmigo y no me dejó jamás, porque quien tiene fe en el Señor nunca debe tener miedo y encuentra la paz y la alegría a pesar de las situaciones de angustia. Dice el salmo: «Fui joven, ya soy viejo, nunca vi al justo abandonado, ni a su linaje mendigando el pan» (Sal 37, 25). Comencé a interrogarme sobre el verdadero sentido de la vida y sobre los verdaderos valores, preguntándome dónde y cuándo podría encontrar el camino adecuado de mi existencia en el mundo ¿Qué camino deberé seguir para llegar a la verdadera felicidad? A las preguntas sobre mí mismo se añadían otros interrogantes: ¿por qué hay guerras, injusticias y odio en el mundo? ¿Por qué la humanidad no puede vivir en paz? En aquel momento de angustia, oí una voz fuerte dentro de mí que me llamaba: «Ven y sígueme, encontraras el verdadero sentido de tu vida». «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). En 1988 terminó la guerra y seguí un curso de estudios en la Universidad en mi ciudad, Nínive. Continuaba frecuentando la Iglesia y pidiendo a Dios que confirmara mi vocación. En 1991 comenzó la Guerra del Golfo y la situación de la mayoría de la gente empeoraba de día en día. Muchas familias emigraban de Irak. También yo habría querido unirme a la diáspora. En 1993 me inscribí en un curso de Teología y sentí en lo profundo de mi corazón lo dulce y buena que es la Palabra de Dios. La conciencia de la vocación se hizo más fuerte y entonces respondí a la llamada del Señor. Es el Señor quien llama y es Él quien da el primer paso hacia el hombre. Después de un intenso período de oración, en 1995 dejé a mi familia y mi ciudad para seguir al Señor y entré en el convento de los Monjes Caldeos que se encuentra en Bagdad. Ahora estoy perfeccionando mis estudios.
Gracias Señor, por tu muerte y resurrección que nos salva
Gracias Señor, por haber instituido la Eucaristía que nos alimenta
Gracias Señor, por este tiempo que nos has concedido para adorarte y venerarte.
Gracias Señor, por todos los beneficios que nos concedes.
Gracias Señor, por esta hora de comunión contigo
Gracias Señor, por tus palabras que reconfortan y sanan
Gracias Señor, por tu cruz que tanto enseña
Gracias Señor, por tu sangre que a tantos salva
Gracias Señor, por tu amor sin tregua y sin fronteras
Gracias Señor, por la Madre que al pie del madero nos dejas
Gracias Señor, por olvidar nuestras traiciones e incoherencias
Gracias Señor, por perdonar el sueño que nos aleja del estar en vela
Gracias Señor, por ese pan partido en la mesa de la última cena
Gracias Señor, porque aún siendo Dios, te arrodillas y a servir nos enseñas
Gracias Señor, por tu sacerdocio que es generosidad, ofrenda y entrega
Gracias Señor, por tu amor sin límites y en la cruz hecho locura
Gracias Señor

Padrenuestro.Bendición.

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